El músculo tibial posterior juega un papel primordial en la supinación del pie, en estática, y sobre todo en la marcha.  Asimismo, forma parte del conjunto de sustentación del pie en su zona posterior y, por tanto, es parte activa en el mantenimiento de la bóveda plantar.

Es una de las principales causas del pie plano adquirido en el adulto y puede darse en un pie o en los dos.

En los casos en los que hay una pronación acusada, existe una distensión de ligamentos y tendones que obliga a un mayor esfuerzo muscular. El músculo tibial posterior sufre una tendinitis (fase I), y posteriormente una degradación (tendinosis, fase II), acompañados de un descenso progresivo de la bóveda plantar (aplanamiento). En la fase III hay una rotura de tendón, acompañada de descenso de arcos, y en la fase IV colapso de arcos con degeneración articular (artrosis). En estas fases hablaríamos de claudicación del músculo.

Es muy importante detectar esta claudicación del tibial posterior en fases precoces. Suele iniciarse con dolor en la parte interna del tobillo, que muchas veces se asocia a esguince interno.

El tratamiento ortopodológico con plantillas suele ser el tratamiento de elección en estadios iniciales. Las ortesis plantares suplen la acción de este músculo, acomodando el arco interno. La mejora suele ser notable.

También en fases intermedias las ortesis plantares son efectivas, pero cuando comienza la degeneración articular y por tanto la rigidez, el tratamiento ortopodológico es menos eficaz. En este momento habría que plantearse la cirugía.

En la cirugía del síndrome de claudicación del tendón del músculo tibial posterior se realiza una reparación del mismo (normalmente con otro tendón) y casi siempre es necesario actuar a nivel óseo, con osteotomías y fusión de articulaciones.